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Hablaré de la primera vez que estuve con un hombre, la primera vez que me decidí a experimentar eso que tantas ganas y miedo tenía de probar, de saber cómo era y de hacer por fin eso sobre lo que tanta curiosidad tenía, aunque más que curiosidad era deseo, un deseo muy grande de estar con otro hombre en la cama.
En una ocasión en que me dieron ganas de ir al baño estando en una terminal de autobuses de la Ciudad de México, al entrar a los sanitarios pude ver la cantidad de mensajes sexuales que estaban escritas en las paredes del sanitario. Hombres que ofrecían cogerse a otros hombres, otros que ofrecían su culo a otros hombres, otros más que decían querer que tuvieras sexo con sus esposas y otros más por el estilo.
La verdad es que me excité muchísimo cuando empecé a leer los mensajes sexuales, y después de haber hecho mis necesidades, me masturbé leyendo los textos y viendo algunos dibujos de penes en las bocas de hombres. Otro día que estaba en dicho lugar fui a los baños para leer los mensajes que tanto me habían excitado. Y en el sanitario al que entré, había un mensaje largo que decía «yo sé que te gusta el sexo con otro hombre, sé que te gusta aunque tengas que aparentar que no es así. Lo sé porque a todos nos gusta. Todos queremos verga». Yo no sabía si es algo que todos quieren, pero para ese momento yo sabía que al menos yo sí quería estar con otro hombre. El mensaje terminaba diciendo que si querías experimentar lo hicieras con el. Ponía sus características físicas y su número de celular.
Anoté el número en mi teléfono y me fui. Me excité con tan sólo guardar el número, pensando que había encontrado a la persona con la cual por fin podría tener sexo homosexual. Un rato después le mandé un mensaje diciendole que había leído su mensaje y que estaba interesado en estar con él. Menos de un minuto después me marcó por teléfono. Me puso a temblar, me invadió el miedo y una enorme excitación que me recorrió el cuerpo. Le contesté y acordamos vernos.
Nos vimos en una estación del metro, en los andenes. Llegué y el ya estaba ahí. Lo saludé y fuimos a sentarnos a platicar un rato. Me preguntó si si quería hacerlo o lo dejábamos para otro día, le dije que sí. Abordamos el metro y me llevó a un hotel. Yo estaba muy excitado.
Al entrar a la habitación nos desvestimos, cada quien por su lado. Creo que yo tenía el pene erecto desde que entré al cuarto, cuando volteé hacia él vi que su pene también estaba parado. Nos subimos a la cama y comenzó a hacerme sexo oral, me sentía en la gloria, yo sólo le tocaba el pene y lo acariciaba. Le dije que yo también quería mamar el suyo, y lo hice. Luego de un rato me acosté boca arriba y el se puso sobre mi y me empezó a besar. La verdad es que yo no quería besarlo, aunque no me resistí, me limité a recibir sus besos, y luego de un rato no sólo los recibía, era yo quien lo besaba apasionadamente. Luego le pedí que me la mamara otra vez, porque lo chupaba muy rico.
Fue tanto lo que me gustó besarlo que ahora lo puse a él boca arriba y yo me subí para besarlo. Me lo estaba devorando cuando acomodó su pene en mis nalgas, le pregunté si me lo iba a meter y dijo que sí. Entonces me puso boca arriba con mis piernas levantadas, me acomodó como quiso, me puso lubricante y me penetró.
Yo estaba en otro mundo, sintiéndolo dentro de mi, totalmente excitado. Ya tanía lo que tanto deseaba. Había metido un pene en mi boca y lo había mamado, y me gustó. Había metido un pene en mi culo y lo había disfrutado. Incluso había besado a un hombre, y eso es algo que no me provocaba deseos, pero también me gustó y de hecho es una de las cosas que más me gustan. ël siguió penetrándome un rato más hasta que eyaculó en el condón. Después estuvimos acostados juntos un rato, platicando, nos vestimos y nos fuimos.